martes, 23 de abril de 2013

Salve, perro inglés.


Lo bueno de ser un zascandil es que descubres cosillas que otros pasan por alto. Preguntas, inquieres, molestas, descubres. Una dosis adecuada de curiosidad felina y descaro porcino pueden resultar en hallazgos de mayor o menor envergadura, pero no es su importancia lo que cuenta, es el hecho mismo de hallar algo lo que alimenta ese impulso casi neurótico de husmear allá donde uno vaya.

Hace poco estuve en el Escorial, y en tan sólo una tarde, mis ansias de sabueso fueron saciadas en dos ocasiones. La primera no es realmente digna de mención como tal, fue simplemente el resultado lógico y natural de interesarme por algo y leer un cartel al respecto. Parece obvio, pero mucha gente hoy en día ignora ese sencillo proceso. He pasado innumerables veces por ese lugar, lo he recorrido incluso a pie, perdiéndome en sus cerros y montes, y sin embargo nunca antes descubrí por qué puñetas se llama como se llama, y no el castañar, ríocojo o cualquiera de los muchos topónimos bizarros que pueblan nuestro paisaje.

Pero cómo iba a conocer ese simple dato, cuando nuestro tecnológico mundo no permite saber lo que era la escoria, palabra usada como adjetivo despectivo hoy en día, pero cuya procedencia ignoramos. Ya no existen carboneros, ni herrerías, ni gente que las recuerde, así que para qué molestarse. Una baja más en la larga lista de nuestro cada vez más depauperado lenguaje que sólo unos cuantos carcamales nos empeñamos en conservar.

A lo que iba. El caso es que anduve venteando por los jardines del monasterio, pues no era día para hacer visita ya que iba gratamente acompañado, y la naturaleza del periplo era de otra índole, y resulta que en uno de esos rincones donde nadie mira, me encuentro una placa conmemorativa. Lo de placa es un decir, pues era una losa, de entre metro y metro y medio de altura y uno de anchura. Blanca y sin vetas, con letras cinceladas en negro y escrita en la lengua de la pérfida albión. Entiendo que mucha gente ni se fije, como ya dije está escondida en un muro poco visible y con setos cercanos que la ocultan a la vista ocasional. El hecho del idioma supongo que también juega su parte en el desconocimiento o el desinterés, pero gracias a ese viejo adagio de "conoce al enemigo", domino eso que mascan tan nasalmente en su versión literaria, así que pude leer de cabo a rabo el panegírico allí expuesto.

Y a resultas de ello me entero de que un tal mayor general Wheatly, cuyo equivalente en nuestro escalafón militar no conozco pero entiendo de cierta importancia, yace en esos lares desde 1812 o por ahí, tras patear las Españas con el ejército inglés del irlandés Wellington (también ellos tienen sus paradojas) y que participó en varias batallas clave en suelo ibérico y luso, ayudando así al desharrapado local a librarse del yugo napoleónico que tanto oprimía en esos tiempos. Todo muy épico y glorioso, como suelen serlo los epitafios y las elegías. Termina la cosa indicando que esa placa/losa, está ahí por orden y deseo del míster Wellington, a modo de homenaje al fallecido, y que se llevó a cabo por el bisnieto del difunto en el año 1905, con mucho floreo de unos y otros supongo, casi un siglo después de que los plomazos y las cargas de coraceros, dragones y húsares recorrieran los aledaños.

Pues me parece estupendo, como suena, que los ingleses recuerden a los suyos incluso en suelo extraño. Lo que me pica en la cerviz, lo que se barrunta en los adentros y amarga bilis y humores, es la cochina y tan hispana envidia de ver cómo ellos tienen esa placa donde la tienen, y nosotros, que hemos regado medio orbe con sangre y sudor, no tenemos ni el recuerdo propio, mucho menos el ajeno. Aún se me inflama el ánima al recordar esa placa que tienen en la catedral de Gante, pequeña y escondida por una cortinilla, anunciando que en ese lugar se bautizó al que fue emperador de medio mundo. Uno de nuestros monarcas más  determinante de nuestra historia pasada, con aciertos o sin ellos, y nadie las pía por él. Sin embargo un militar casi anónimo, del que apenas se encuentra información por mucho que se busque, tiene su lugar en los muros de una de nuestras edificaciones más emblemáticas. Aquí paz y después gloria, porque a ningún bisnieto de nadie le importa un carajo quienes fuimos ni qué hicimos. Porque somos nosotros mismos lo culpables de nuestra desmemoria y nuestro conveniente olvido.

Al final es cierto. Tenemos lo que nos merecemos. Porque ya que estamos por aquellos andurriales, y hablando de Wellington y el imperio del Petit cabrón, aún recuerdo la que tienen montada allí con su waterloo. Exhibición de cañones y fusilería en vivo, dossier y escenificación de la batalla (duró cuatro días para quien no lo sepa), visita guiada al lugar de los hechos previa parada en el museo de la guerra (uno de los mejores museos de por allí, por cierto) y por supuesto, las palabras de un don nadie, Balzac O Victor Hugo creo que se llamaba pues no recuerdo bien, contando las cuitas de la jornada.

Aquí no hay ni un miserable nada de nada sobre hechos como las Navas de Tolosa, el saco de Roma o Bailén. O esas otras victorias, aún estoy esperando a que el maestro la relate un domingo de éstos, que aquí nadie conoce y mucho menos se cuentan por nuestros vecinos del canal como Cornualles. Un hermoso episodio en el que un tal Carlos de Amésquita, y tres compañías de arcabuceros, todos paisanos, se dieron un garbeo quemando y saqueando a destajo por la costa inglesa, después de que la valerosa guarnición, de varios miles de infantes allí destinada ex profeso por si atacaban las fuerzas españolas, decidieran tomarse el té de las cinco y mirar los toros desde el burladero cuando los nuestros aparecieron en el horizonte.  En mi vida oí hablar de éste u otros acontecimientos análogos, por el simple hecho de que nadie nos los cuenta, excepto de vez en cuando el maestro, a quien agradecemos el esfuerzo más de lo que él cree. Y eso por no citar derrotas, que a las espaldas cargamos como todos, un buen número de ellas.

Si ni siquiera nosotros mismos somos capaces de mantener nuestra memoria, cómo vamos a esperar que lo hagan los demás. Por todo ello, y viendo lo que nos espera, allí plantado ante la losa del tal Wheatly, mayor general del ejército inglés del duque de Wellington, guardé un minuto de silencio. Pero no fue un gesto de respeto por lo que allí había, fue un duelo doloroso y vergonzoso, por lo que nunca habrá.


martes, 5 de marzo de 2013

Idioréxicos en el Ágora

Ando barruntando con mucha flema a quién dedicar los tiros hoy. Una vez desenfundada un arma, hay que apretar el gatillo. La cuestión ahora, es dónde apuntar, porque con tanto blanco a la vista, uno se confunde, e incluso duda, a quién vaciarle el tambor antes de encender el cigarrillo.

La cosa en principio estribaba entre la teta hiperbólica, que de tanto calostro se ha convertido en parabólica e incluso bucólica (otro día explico el pifostio), o la miríada de absurdos que afloran últimamente en las vidas de todo aquel que puebla esta infeliz España, partiendo del dudoso acontecimiento de la penúltima quiebra mercantil que ha dejado cinco mil personas en la miseria.

Pero esas cosas dentro de lo que cabe, pueden esperar. Al fin y al cabo, y por desgracia, ni la imbecilidad de la sinrazón ni el paro, van a extinguirse de aquí a mucho tiempo. Así que al final me decidí por algo que me duele aún más, porque lo considero un peligro sin parangón en el mundo actual. Es una plaga que se extiende de forma insidiosa, ladina y disfrazada la mayor de las veces. Uno se la encuentra y no ve maldad en ella, porque en sí misma, no la contiene. Sin embargo su efecto si es malvado, y cuando se dispara, ya no hay vacuna posible. Los infectados sólo tienen dos opciones, o sucumben a ella, o quedan tan maltrechos que recobrarse les cuesta una barbaridad.

La he llamado idiorexia, por razones puramente personales, y porque visto que los imbéciles, en cuanto les sueltas un palabro en latín, griego o con muchas letras intercaladas, abren los ojos como platos y asienten como corderos camino del matadero, igual parece que en vez de una opinión, estoy sentando cátedra. Puestos a inventar, al menos hagámoslo con algo de conocimiento y por qué no decirlo, estilo.

Esta enfermedad, puede entenderse como la necesidad, a veces peligrosamente cercana a la obsesión (otras veces directamente lo es) de buscar todo tipo de citas, argumentos, dichos, textos o similar, cuyo contenido parezca intelectual, o por algún casual, pueda serlo. Lo malo de todo esto, es la falta de criterio de algunos, capaces de tragarse cualquier mondongo como si fuera un premio Nobel, o esa otra vertiente, más casposa todavía, en la que lo que importa es quién escribe el texto. El valor del contenido, las más de las veces un "magnus sumus detritus", se la pelafinfla al idioréxico, relegándolo a algo meramente accesorio. Lo ha escrito mengano y es la hostia, y punto. Eso me recuerda a todos aquellos imbéciles, tontos del pijo y mendrugos, que por ser el nova más de lo más chic, compraron mierda (literal, excrementos) de un artista en alza, a la friolera de 6000 loros los cien gramos. Por supuesto; envasada y con etiqueta de autenticidad, faltaría más.

Sin embargo y me van a perdonar, el que hagan semejante cosa, tiene su puntito. Al menos, me digo, están intentando hallar algo, encontrar algo, tienen sed de conocimientos, aunque les valga lo mismo los desvaríos del señor cojoncín que las obras completas de Plutarco, por hacer un ejemplo a grosso modo. Y ya estaba yo a punto de perdonarles cuando un pérfido presentimiento afloró en mi descarriada percepción. Tiempo muerto, recapacita. Piensa en alguno de los pecados que el hombre exhibe sin pudor y hallarás el motivo, me dije. Y era cierto. Vanidad.

La pretensión del idioréxico no es buscar supuesto conocimiento. Lo que busca es aparentar poseerlo. El hecho de buscar, es simplemente la excusa, porque una vez que lo han encontrado, ¿qué hacen con ello? Lo divulgan. Van al Ágora, se ajustan la toga y declaman las maravillas de tal y pascual, como verdades iluminadas directamente de los cielos. Convertidos en adalid de la razón, ofrecen la sabiduría de sus hallazgos al resto de la polis, para que todos los idioréxicos como ellos, faltos de criterio, conocimiento y sentido común a partes iguales (a raudales, rima fácil), les jaleen el descubrimiento, y así encuentren la verdad del mismo universo. Y así, una vez ensalzados como los nuevos conversos por los suyos, sentir durante unos instantes (no creo que llegue ni a los proverbiales diez minutos de gloria), que esa inteligencia que se les ha negado durante tanto, por fin, forma parte de ellos.

De esta manera citan a famosos (unos con acierto, otros con ninguno), científicos y cualquier personajillo que en su día barbotara una palabra, metiendo todo en el mismo saco, y glorificando desde teoremas de Einstein hasta las más laboriosas y absurdas teorías. Por supuesto la diferencia entre teoría e hipótesis y los hechos contrastados tienen el mismo grosor que el famoso traje invisible del emperador, ya que indicar "demostrado científicamente" no cuesta nada, y da un empaque a la enjundia "que pa qué". Si a esto le juntamos la atracción de las teorías conspiratorias, estupendas para el segundo plato de semejante menú, y las "investigaciones de lo paranormal", tenemos un cóctel estupendo cuyo resultado es un imbécil integral, que ensalza la razón y la capacidad científica, niega la existencia o conveniencia de las religiones, y al mismo tiempo cree a pies juntillas en las ciencias ocultas, la espiritualidad del ser humano, y las maravillas de la madre Tierra (sin saber ni por el forro, que para eso son idiotas, lo cercanos que están de los wiccanos, una religión como otra cualquiera, pero claro eso requiere de ellos un esfuerzo mental abrumador, y reconocer su hipocresía y estupidez, cosa que no está bien vista)

La guinda del pastel, los verdaderos sacerdotes de toda esta caterva de subnormales, son elementos de lo más variopinto, pero suelen cumplir con dos perfiles básicos: El iluminado y el charlatán. Del iluminado poco puede decirse. Suelen ser patéticos guiñapos, vapuleados social y psicológicamente, que buscan un grupo al que pertenecer. Al tener una autoestima de niveles zarrapastrosos, el verse arropados por los babeantes elogios de los idioréxicos los hace ser más papistas que el papa, y por ello se vuelven en auténticos líderes y símbolos de la causa.

El charlatán sin embargo, y al contrario que sus congéneres, goza de la suficiente inteligencia como para embaucar al resto y vivir de ello. Gran parte de ellos, al amparo de un título de pseudo-ciencia (no por la disciplina en sí, sino por el uso que hacen de ella), son capaces de las mayores barrabasadas y bromas ideológicas y filosóficas con las que uno pueda toparse. Desde postulados tan singulares como "la criminalidad es fruto del maltrato infantil" a lindezas del tipo "la economía surge por causa del comercio" (éste sale con foto si buscas la palabra obvio en el diccionario), pasando por "La lucha de clases nació hace 7000 años" o mi favorita, citar a Nietszche en un "todo vale por ser uno mismo" a la vez que se inculca el amor y el respeto por los demás seres vivos...toma perogrullo y con chanchullo.
Flaco favor hacen estos esperpentos a todos aquellos verdaderos profesionales con espíritu emprendedor y crítico, que ven su trabajo arrastrado por esta chusma del saber más cutre y rancio, y sus maneras de mercader de zoco y vende-elixires milagrosos.

Por culpa de los balbuceos incoherentes disfrazados de buenas maneras de los idioréxicos y sus sufíes, esos que mientras se dedican a poner la mano y lo demás ya veremos, pero paciencia que ya se demostrarán mis teorías, el poco seso que le quedaba al vulgo ahora no puede llamarse ni eso.

Piénsenlo bien antes de repetir como un loro todo aquello que le ponen delante...igual la persona que está enfrente sabe perfectamente lo gilipollas que es usted por decir semejante memez...

viernes, 1 de marzo de 2013

Palabras nefandas, nefasta comprensión.


Lo han vuelto a hacer, me han dado picor a mis dedos, y semejante error sólo sé remediarlo mediante mis dentelladas, así que dado que el maldito facebook no me permite dar mi réplica sin incurrir en el error, pues aquí estamos.

Resulta que veo, cómo alguien denosta al pobre (otro que no llega a fin de mes suponemos) Bill Gates por el discurso que dió en cierto lugar, sobre once reglas para conducirse por este mundo desquiciado, y aunque el tipejo me cae mal de narices, tras leer los puntos no puedo más que decir olé, olé, y olé. Porque todo aquello que dice, para cualquiera que tenga sentido común (al igual que los otros cinco, o se tiene, o no se tiene), es tan obvio que parece mentira que tenga que decirse.

Según la señora (o señorita, no estoy al tanto) Marisol, y cito textualmente:
Leyendo este discurso - muy alabado por la gente y que se está difundiendo por la redes sociales- que dió para los estudiantes, comprendo que este señor 'no tuvo verdadera madre', tristemente él, es el reflejo de nuestra pálida sociedad en DECADENCIA, una sociedad que justifica la INJUSTICIA, una sociedad que justifica la COMPETENCIA, una sociedad que justifica la SUMISION desde criaturas, una sociedad que justifica el FRATRICIDIO, una sociedad que justifica la no INDIGNACION antes los atropellos. Que triste es que la gente sea 'especialista' y no conozca un poco más de otras ramas, pues cada uno en su línea, como la de este señor rey del marketing y del software, no puede ver más allá de sus narices ni de comprender QUE ES UN SER HUMANO.

Y ahora que tengo tiempo y ganas, procedamos a repasar con cuidado el violento y esperpéntico discurso de marras (el del señor Gates), para eviscerar a gusto de cualquiera la violencia que alienta, la decadencia que inculca y la sumisión que promueve, por no hablar de la no indignación de la que hace gala en sólo once puntos...motivos todos ellos para no considerar al ser humano como eso mismo...como ser humano.

Juzguen ustedes mismos.

- La vida no es justa, acostúmbrate a ello.
Más razón que un santo, y cuanto antes se de cuenta el ser humano de semejante verdad, mejor la irá, porque no pretenderá unos derechos que en el papel pueden quedar muy bien, pero que en la realidad, no tiene. La frase es inmensa, y lo que se le pretende achacar por desconocimiento del lenguaje, es un absurdo. Si hubiera dicho: "resígnate a ello", lo entendería, pero no es lo que dice, dice acostúmbrate, y eso para
cualquiera que sepa castellano (y me juego lo que quieran a que la frase en original es "get used to it", osea que el sentido es el mismo que en castellano), significa que dejes de quejarte por las injusticias, que des por sentado que es así. Pero en ningún caso promueve que te quedes ahí, no dice no hagas nada al respecto (más bien lo contrario si leemos con atención el resto).

- Al mundo no le importará tu autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo.
De nuevo algo obvio (la verdad es que casi todo el discurso lo es para cualquier con dos dedos de frente). Los sentimientos y el estado emocional no pagan hipotecas, no te sirven de defensa ante un problema legal, no dan de comer a tus hijos, ni los visten. Tampoco te definen hoy en día, excepto para encasillarte como una u otra cosa. Todo el mundo quiere ser algo en la vida, lo erróneo es interpretar ese algo como
un logro cuantitativo laboral o económico. Esto no quiere decir que sea bueno o esté bien, pero es lo que hay, y este señor, al igual que en el caso anterior, simplemente lo señala. Eso no quiere decir que lo apruebe o que lo aliente. Como siempre el problema es querer sacar las palabras de contexto con el fin de que encajen en la mentalidad de cada uno.

- No ganarás US$5.000 mensuales justo después de haber salido de la escuela, y no serás el vicepresidente de una empresa, con coche gratis, hasta que hayas terminado el instituto, estudiado y trabajado mucho.
Pueden darle las vueltas que quieran, pueden mirarlo como quieran, pero lo único que dice el señor Gates, es que los logros son fruto del trabajo, no de un golpe de suerte, de un supuesto talento, o de haber nacido en cuna. Esto último evidentemente facilita otras cosas, pero no es motivo esencial, lo que significa que trabajando duro, puede conseguirse, y me parece un rayo de esperanza (al contrario que lo que otros
leen, y luego van de optimistas) para aquellos que empiezan de cero. ¿Alentar el esforzarse por algo que uno desea es malo? En absoluto. Lo malo es que se deseen determinadas falacias que se venden como necesarias, pero ahí entra cada cual a valorar lo que realmente es importante en la vida, y el señor Gates lo deja muy claro en la regla nueve.

- Si piensas que tu profesor es duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida.
¿Es que aún hay gente que piensa que lo que dice está mal? Sólo alguien que no ha estudiado ni trabajado en su vida es capaz de no estar de acuerdo con esta afirmación. Un buen profesor es exigente, ya que el ser humano es vago por naturaleza (y al que quiera se lo explico científicamente), y es necesario el estímulo para que cada cual saque el mayor partido de sus facultades. Por supuesto, exigente no significa
intransigente, pero claro, de nuevo hay que demonizar, y tomar de la frase fuera de contexto lo que cada cual quiere oír. La continuación de la frase, sufre de lo mismo. Bill Gates simplemente señala, que lo normal es que un jefe sea completamente ajeno a tus problemas personales, y si tenemos en cuenta que estamos hablando del mundo anglosajón, donde la eficacia está supeditada a cualquier otra consideración, está claro que cuando hablamos de un inmediato jerárquico y su relación con un subordinado, hay que tener muy clara la posición de cada cual. Las actitudes bondadosas por parte del primero pueden ocurrir, pero no hay que contar con ello. Hablamos de sitios donde por llegar tarde tres veces al trabajo, por motivos justificados o no, te echan a la calle. Imaginen contarle al jefe que un familiar está enfermo o que se te ha inundado la
casa...ni pestañea.

- Dedicarse a voltear hamburguesas no te quita dignidad. Tus abuelos tenían una palabra diferente para describirlo: le llamaban oportunidad.
Trabajar es trabajar. Y es mucho más digno voltear hamburguesas, que estafar a la gente, como hacen banqueros, políticos, y otros "profesionales", sobre todo en el campo de la medicina o mejor dicho pseudo-medicina (y aquí entra mucho charlatán). El que se sienta aludido, pues ya sabe...que no coma ajos. Está claro que hay trabajos con mejores condiciones que otros, pero eso no significa que sean más dignos o menos. Cuando Bill habla de oportunidad, se refiere a lo que es. A que si quieres cambiar algo laboralmente hablando (e incluso puede extrapolarse a cualquier aspecto de la vida), te muevas y luches por ello. Eso es la oportunidad. Nadie regala nada, y decirle eso a un niño o adolescente es una vacuna para evitar resignados que languidecen maldiciendo su suerte sin hacer nada al respecto.

- Si metes la pata, no es culpa de tus padres, así que no lloriquees por tus errores; aprende de ellos.
Para enmarcarla. Cuántos males, depresiones, y demás problemas anímicos y psicológicos podrían evitarse, si la gente aprendiera a asumir su cuota de culpa, lo que antes se llamaba "responsabilidad", en vez de echarle el muerto a otro (camino fácil donde los haya). Y si acto seguido reflexionaran sobre lo ocurrido y aprendieran de ello, el mundo sería un sitio muchísimo mejor. Sólo un mentecato podría estar en contra de esta afirmación. Es tan clara que no hace falta decir más.

- Antes de que nacieras, tus padres no eran tan aburridos como lo son ahora. Ellos empezaron a serlo por pagar tus cuentas, lavar tu ropa sucia y escucharte hablar acerca de lo “super” que eres y lo pesados que son ellos. Así que antes de emprender tu lucha por las selvas vírgenes, contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida, empezando por tu habitación, escritorio, 
armario y closet.
Es curioso, hay un viejo dicho que reza: si quieres limpiar el mundo, empieza por barrer tu propia casa primero. No es que haya que decir mucho más, pero me reafirmo en la estupidez humana que es capaz de desgañitarse por salvar una raza animal, u otro tipo de causas análogas (y que conste que yo adoro a los animales, pero lo cortés no quita lo valiente), mientras el vecino se muere de hambre. Eso tiene un nombre: "hipocresía", y por supuesto es mucho más fácil ser hipócrita que consecuente. Palabra esta última que más de uno debería revisar en el diccionario. Como podemos ver, de nuevo el señor Gates no dice nada que no se haya dicho ya, ni carente de sentido, ni fomenta con ello que no luches por lo que crees, sino que lo hagas cuando hayas ordenado tu vida, y estés en condiciones de hacerlo. Tampoco dice que los niños amarguen la vida de los padres. Los padres se amargan porque de niños les contaron cuentos como los que se fomentan ahora, fantasías imposibles, y a medida que se van haciendo mayores, la realidad les tuerce la sonrisa. Precisamente por culpa de decirles lo mucho que valen, y que "pueden ser todo aquello que se propongan". Lo que se llama realismo, perdonen la ironía.

- En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no. En algunas escuelas ya no se pierden años lectivos y te dan las oportunidades que necesitas para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que tus tareas sean cada vez más fáciles. Eso no tiene ninguna semejanza con la vida real.
Esta es una de mis favoritas, una frase malvada como pocas, en la que el señor Gates nos demuestra que ahí fuera (fuera de la burbuja en la que algunos crecen y otros pretenden hacer crecer a sus hijos) las cosas no son de color de rosa. ¿Qué has metido la pata en el curro provocando pérdidas a la compañía? No pasa nada, la próxima vez te saldrá mejor. ¿Que la operación no ha salido bien y el paciente ha muerto en una simple apendicectomía? Palmaditas en la espalda y a por el siguiente...ah no espera...que igual te demandan y estás en un grave aprieto...
Qué gran maldad es enseñar cómo funciona el mundo y cómo poder desenvolverse en él, con lo feliz que se está pensando en qué es fácil y divertido, y que siempre tienes una oportunidad a la vuelta de la esquina...

- La vida no se divide en semestres. No tendrás vacaciones de verano largas en lugares lejanos y muy pocos jefes se interesarán en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo esto tendrás que hacerlo en tu tiempo libre. 
Otra gran maldad claro, el decir que la auto realización personal no está en tu puesto de trabajo, sino en lo que haces fuera de él. Desmentir esto y en público, y más que lo haga un empresario de reconocido éxito (por muy dudoso que se haya obtenido dicho éxito) es un acto de valor, le pique a quien le pique, además de una verdad como un templo. Y según algunos, todavía son capaces de decir que el señor Gates quiere hacer robots sumiso-agresivos que formen parte de un sistema opresor...y se quedan tan panchos.

- La televisión no es la vida real. En la vida cotidiana, la gente de verdad tiene que salir del café de la película para irse a trabajar.
Otra gran falacia para algunos supongo, el pretender que la gente en vez de vivir en sueños y fantasías alentados por la caja tonta, entienda que la vida es otra cosa y que no tiene nada que ver con lo que el cacharrito de las narices muestra. Otro elemento más, supongo, del aparato agresivo opresor y deshumanizante, ya que difamar directamente uno de los elementos más utilizados para el lavado de cerebro popular, es en realidad un acto secreto e insidioso de ensalzarlo...está clarísimo oigan.

- Sé amable con los "NERDS" (los más aplicados de tu clase). Existen muchas probabilidades de que termines trabajando para uno de ellos
Ésta es la única frase que realmente encuentro fuera de lugar, más fruto de cierto revanchismo y el resentimiento que de otra cosa. Sin embargo y teniendo en cuenta el contexto en que se usa (mundo anglosajón), sigue siendo un buen consejo, ya que está demostrado que esos "aplicados" en clase, acaban
ocupando puestos de relevancia en numerosas ocasiones. Así que un poco de "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti", igual es una buena salvaguarda para el día de mañana.

En definitiva, esto es como todo. Cualquier que denigre las palabras de Bill Gates en este caso, y repito, por muy mal que nos caiga el tipejo, peca de una parcialidad obsesiva (lo cual ya es preocupante), no sabe leer (lo que es casi más preocupante) o directamente es un necio.

Ahora por favor, que alguien me indique, si puede, dónde se justifica la injusticia, la sumisión, la competencia, el ¿"fratricidio"? (Marisol, ¿sabes lo que significa?), la no indignación, y la incomprensión del ser humano.

Hay días en que a uno le entran ganas de que el diccionario sea lectura obligada para muchos.

jueves, 26 de mayo de 2011

El "histérico" 15 M

Conste en acta, que el movimiento en su esencia me gusta, ya que al fin y al cabo, es protestar, cosa que llevo haciendo mucho tiempo, desgañitándome cual pregonero. Sin embargo hay peros (siempre los hay) que en mi caso son insalvables.

Me parece estupendo que la gente grite que está harta, me parece estupendo que un 34% de la población haya aprendido por fin, a no hacerles el juego, y pasen olímpicamente de votaciones e ilusiones varias. A pesar de ello, la acampada de buen rollito, desafiando a un gobierno pusilánime y absurdo hasta la estulticia, sólo se quedará en eso, en pancartas, consignas de mayor o menor ingenio, y poco más. Quizás algún acto conmemorativo, puede que dos, con muchos besitos, flores y guirnaldas y la parafernalia al uso.

Y ya.

Seguimos mirando los toros desde el burladero, seguimos siendo un 64% que por convencimiento, necesidad, o agradecimiento de prebendas, cae en el juego y deposita el papelito de marras en las urnas. Encima ahora se quejan de que la cosa adquiera tintes azules, cuando la cuestión del bipartidismo es simplemente una consecuencia de cómo tienen montado el chiringuito.

Incluso hay quien dice de votar a algún partido minoritario, en su inocencia supongo, o más bien ignorancia o ambas cosas, ya que el único resultado de todo ello sería darle escaños a alguien en detrimento de un partido mayoritario, que simplemente tendrá que pactar y bajarse los pantalones ante los agraciados por nuestro irresponsable e inútil voto.

Luego está la cuestión de votar en blanco, único sistema mínimamente efectivo para castigar a los partidos mayoritarios, pero igual de fútil en cuanto a cambiar las cosas, ya que seguirán obteniendo su mayoría simple.

En definitiva seguimos en las mismas. Díganme si pueden, en qué ha cambiado nuestra maravillosa "spanish revolution" porque si me lo permiten, y si no también, me descojono con el impacto que ha tenido. Lo único que se ha visto, es que nos encanta salir a la calle, como siempre, a hacer el payaso un rato, aprovechando cualquier excusa para montar una juerga, sea la crisis, el desgobierno o que Bisbal se ha sacado la chorra en un evento, nos da lo mismo, porque le damos a todo la misma importancia.

Movimientos de buen rollo, arco iris y demás apaga-conciencias, que no comprometen a nada, y nos llenan el alma de ese gustirrinín de las cosas bien hechas, aunque realmente, las sigamos haciendo con el culo.

Disculpen si el tono es algo amargo y cínico, pero no puedo evitarlo. Si realmente quieren cambiar las cosas, como pasó en Islandia hace unos años, atrévanse a hacer una huelga general como Dios manda de siete días. No hace falta más. Paralicen el país, y constituyan una asamblea popular integrada por gente del pueblo, sin cargos en ningún estamento, partido, sindicato o empresa. Curritos de a pie, a quien les sangran todos los días, y no se los puede comprar con más honores, como les pasa al resto, bien encabronados por la situación, y con arrestos suficientes como para promover el bien común antes que el propio.

Cambien la mierda de constitución que hicieron para sentarse en la poltrona y que nadie los baje de ella. Entonces y sólo entonces, podremos cambiar algo. Mientras tanto pues eso, sigan de fiesta, acampando en la Castellana, en la Puerta del Sol, o en donde les salga, que seguro que pasan un buen rato, y para olvidar que la misma mierda seguirá cuando dejen de hacerlo, pues al menos sirve, que quien no se consuela es porque no quiere.

Pero no traten de hacerme ver que es un logro histórico pardiez, no es más que lo de siempre, una patochada histérica, bien regada como siempre, y alentada lo crean o no, por la misma gentuza de la que se quejan.

En este país, por desgracia, hasta que no se vierte sangre, nadie te escucha.

jueves, 12 de mayo de 2011

El último adiós

Hay cosas en esta vida, que no pueden explicarse, si no se han vivido. Tal y como suena, sin ambages, sin eufemismos. Nadie puede ponerse en la piel de otra persona, si lo que esa persona siente, no lo ha sufrido en sus carnes. Cualquiera puede intentarlo, pero es vano, y fútil, por mucha empatía que gaste quien lo procure.

No siempre las palabras encuentran el camino, no siempre pueden describir lo que el mundo, la existencia y el universo entero, significan en determinados momentos. Por suerte o por fortuna, una de esas cosas de las que nadie puede hacerse a la idea, es cómo se siente una persona que toma la determinación de acabar con su vida. Todos comprendemos que se siente mal, que se debe a una situación difícil, y muchos piensan que por cobardía, se toma una de las decisiones más difíciles que existen.

Lo que la gente, si no ha pasado por esos segundos en que te asomas al abismo, no comprende, es la falta total, la ausencia completa de razones por las que seguir viviendo. Siempre se buscan excusas, motivos, argumentos. Familia, amigos, sueños, proyectos. El vacío que embarga el alma en esa tesitura, es tan grande, que paradójicamente no deja lugar para nada más. Puede calificarse si se quiere de acto egoísta, en el cual no se piensa en los demás. Pero es imposible hacerlo cuando uno mismo ni siquiera es un factor de la ecuación.

Para tomar esa decisión, la mayor de las veces ni siquiera hace falta valor. Muchos suicidas realmente no pretenden acabar con su vida, pero calculan mal, y el resultado es el que es. Lo único que se necesita es un instante de determinación, ese estado en que se es capaz de todo, ya sea impulsado por una enajenación, o por convencimiento. Es tan fácil como ir en coche, y empezar a pisar el acelerador de forma inconsciente, y antes de que uno se dé cuenta, pensar en lo fácil que es acabar con todo el sufrimiento y la angustia, dando un simple volantazo. O asomarse a una cornisa, y mirar al vacío, no sólo al exterior, sino también al interior, y reflexionar que un solo paso, es lo que nos distancia de acabar con todo ello.

Nadie niega que en la vida hay cosas buenas, y que precisamente el privarse de la oportunidad de vivirlas, es uno de los mayores errores que se pueden cometer. Lo que nadie dice, es que no hay elocuencia en este mundo, capaz de atravesar la coraza de miseria, malestar, congoja y tristeza que cubre a alguien con esas intenciones. Por mucho que lo intenten. Nadie lo dice, porque siempre queda espacio para la esperanza, y todos creemos que nuestros esfuerzos, y nuestras buenas intenciones serán suficientes para lograr el cambio.

No es imposible, hacer cambiar de opinión a quien simplemente lo considera como una opción, pero si es la única puesta en la balanza, no hay nada que hacer. Y desde nuestro punto de vista, es una locura, porque pensamos que siempre hay salida, pero para quien está en ese punto sin retorno, no la hay, no puede verse.

Personalmente, considero que es una opción válida para quien la toma, me guste o no su decisión, me duela o me afecte, pues conozco el caso de cerca, más de lo que me gustaría, tanto en la vertiente propia como en la ajena, y entiendo con claridad meridiana, los porqués de semejante elección. El mundo y la gente dista mucho de ser lo que debería, y a veces, el caos, la confusión y la miseria, son demasiado insoportables como para seguir observando y siendo partícipe. No siempre se tienen fuerzas para luchar contra todo eso, e intentar cambiarlo en la medida de lo posible.

Devolver a alguien las ganas y la ilusión por vivir, es tarea ardua, pero nadie dijo que fuera fácil. Se requiere paciencia, creer en lo que se pretende, y en su valor. Y por supuesto, la complicidad aunque sea reticente, de quien tiene que ser ayudado. No hay medias tintas en estos casos. Sin embargo no todo son malas noticias. La mayoría de la gente que se siente de esa manera, es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo, con tal de encontrar un motivo por el que quedarse, sólo hace falta encontrar la tecla adecuada, que consiga llamar su atención, y funcione como resorte para que toda la maquinaria vuelva a ponerse en marcha. Lo bueno de estar hundido del todo, es que cualquier gesto nos lleva a la superficie, y eso conlleva una bocanada de aire fresco. Como siempre, el cariño y el afecto suelen ser las mejores armas, con firmeza y constancia.

En mi caso, lo único que me ha salvado de semejante sima, es la rabia que me arropa cuando veo cómo están las cosas, y el insalvable sentido del deber que me ata a mi puesto, sable en mano, incapaz de rendir la bandera aunque sea el último que la sostiene, dispuesto a llevarme conmigo a tanto hijo de puta, enseñándole los dientes, y demostrando que no todos somos, gracias a Dios, ni iguales, ni parecidos. Eso y mis ganas de revancha, que algún día la venganza será mía, en esta vida o en la próxima, y se demostrará quién tiene la razón sobre la vida y sus espinas.

Mientras tanto seguiré disfrutando de mi insomnio, compañero de andanzas en estas noches en que el enemigo se perfila, afilando el arma, y restañando las heridas. Saludando a los caídos, a los que desertan de esta guerra eterna, y dando la bienvenida con un pichel a quien decide colocarse en mis flancos, pues sólo por ellos, ya la lucha merece la pena.

Y ese pichel reconforta como un abrazo.

martes, 26 de abril de 2011

No temas a nada

Miedos. Inexplicables impulsos que nos convierten en seres acongojados, temerosos de asomar el hocico y ventear, aunque la tentación de hacerlo sea fuerte. Motivos inexplicables, imbricados en nuestra mente por alguna extraña razón.

Y precisamente ésa es la pega. Supuestamente, el miedo es una herramienta del instinto, un mecanismo de auto conservación, un rasgo de supervivencia que procura evitarnos males y daños posibles ante una amenaza. Lo malo de este asunto, es que hemos convertido casi cualquier clase de estímulo en un peligro, viendo toda clase de males en cualquier esquina y sombra.

Tenemos tanta aprensión por esquivar el dolor, que cualquier roce que lo pueda producir, es considerado una amenaza mortal, y así procedemos, sorteando toda clase de oportunidades y posibilidades con tal de no sufrir ni un poquito poquitín.

Personalmente, el arriba firmante ha formado parte del rebaño, haciendo lo mismo, pero ya estoy harto. La vida tiene demasiadas cosas buenas, para no saborearlas, por culpa de que exista la pequeña posibilidad de encontrar algo que no nos guste, sea lo que sea. Algunas o muchas habrá, que no sean de nuestro agrado, pero muchas más habrá que sí, y el perder ese aspecto de la vida, simplemente por temor al qué dirán, a lo que pueda pasar, a que no dure, a que fracase o no salga como esperamos...

Y por ese mismo miedo muchas veces provocamos eso mismo que queremos evitar, facilitando el cumplimiento de la temida profecía que nos impide disfrutar plenamente de lo que tenemos ante nuestras mismas narices. Y el miedo nunca le dado ningún fruto al hombre.

De mis aficiones encuentro el fatalismo de los escandinavos algo tremendamente liberador. El wyrd como ellos llamaban al destino, es aquello que les permite tener la alegría de poder disfrutar de todo en cualquier momento. Ellos pensaban que la vida de cada hombre estaba ya escrita, y que por tanto, hiciera lo que hiciera en contra de su destino, éste acabaría siendo el mismo. Gracias a ello se entregaban a los placeres y al combate con el mismo abandono, exprimiendo la existencia al máximo.

Hagamos como ellos, de qué nos sirve vivir una vida asustadiza, gris y anodina. Sólo tenemos una cojones, y pasarnos nuestra existencia con la ilusión de la seguridad que proporciona el no menearnos ni hacer nada, sólo nos da como resultado una vida insulsa, y un álbum de recuerdos muy triste cuando llegue el momento de echarle un vistazo, ya sea en el lecho de muerte o por circunstancias análogas.

Hay que tener valor, para degustar la vida, para equivocarnos y arrepentirnos de ello, para lograr que nuestro paso por esta bola de barro, sea algo más que una mera huella en la propia familia, y cualquiera puede hacerlo, no hacen falta aspavientos ni grandilocuencias para ello.

Simplemente basta, con no tener miedo.

domingo, 24 de abril de 2011

La mejor lección.

Hace tres años, el arriba firmante se vió despojado de quien le dió la vida. Una mañana gris, anodina. Un sábado cualquiera del mes de abril, en el que la vorágine de un matrimonio en ruinas, desplomándose cada vez más, me impidió prestar la atención debida al propio dolor.

Tres años sin que pase un solo día en que me pregunte, hasta qué punto comparto la misma sangre. Hasta qué punto soy incapaz de asumir ciertas cuitas y sinsabores, que la vida nos presenta en bandeja de plata. Sé positivamente, que muchos rasgos de mi carácter son bendición suya. Igual que muchas de las cosas que uno aprende, son las que mama desde recién nacido y a lo largo de su infancia, de la propia madre.

Sin embargo, como siempre he dicho, la mujer que me alumbró, que como bien decía ella, muy a gusto se quedó, me dejó una última lección que nunca olvidaré. Y quizás sea esa misma enseñanza, con el ejemplo, como tienen que ser las cosas, la que hace que prosiga la lucha contra ese enemigo tan encarnizado que soy yo mismo. Ese aspecto de seguir irreductible pese a afrontar la derrota una y otra vez, esa manía de formar el último cuadro y aguantar rechinando los dientes, la carga de los coraceros.

Ya escribí una elegía en su momento, no es cuestión de repetirla y vaciarla de significado. Hoy simplemente quiero, recordar en las misma horas que debieron ser sus últimas horas, a la persona que me crió, amamantó y mostró el mundo. Recordar su alegría y su tesón, su amor por viajar, otra de las pocas maneras de aprender que tenemos los hombres, y su gusto por el arte.

Igual que nunca olvidaré su decepción ante un vástago macarra que nunca siguió sus directrices en el vestir, ni su rostro casi desencajado al ver mi primer tatuaje marcando mi pelaje. Si mi madre supiera que ya van cuatro y dos piercing, sería capaz, de abroncarme desde arriba, San Pedro mediante, y volver a pronunciar aquella mítica frase: "eso te lo quito yo con piedra pómez"

Como no olvidaré jamás que ella fue mi más incansable y entusiasta admiradora, obteniendo de mí, como si de un tesoro se tratara, el borrador original de mi primera novela. Borrador que acompañó nuestras andanzas por tierras de herejes, en Bélgica y Holanda, y que ella misma revisaba y comentaba conmigo, en aquellas interminables horas de autobús, entre excursión y excursión. Ni olvidaré su cara, esa expresión mezcla de orgullo, alegría y satisfacción que sólo un padre o una madre pueden tener, cuando tuvo el primer ejemplar recién salido de la imprenta en las manos.

Son muchos recuerdos, muchos días que sólo quedan en mi abarrotada memoria, aunque en su rinconcito particular e inviolable. Andanzas que guardo y atesoro como un avaro, que para eso era mi madre, y yo su único hijo varón. Memorias que reviven de vez en cuando, siempre con cariño y nostalgia, a veces con tintes de un dolor que no tiene explicación. Un pesar que entumece el pecho y encoge la garganta, aflorando por cualquier destello fugaz que la vida me devuelve de vez en cuando.

No sería justo terminar esta entrada con desánimo, pues precisamente lo que conmemoro, es haber sido engendrado por tan excelsa mujer. Y como las celebraciones son alegría, y un mensaje de esperanza, me quedo con esa lección. La vida es así de extraña, y aunque ella no lo supiera aquí abajo, su muerte, salvó la mía. No todo el mundo puede decir eso.

Descansa en paz madre. Tu enseñanza no cayó en saco roto.